Las teorías conspiranoicas comienzan a ganar peso. El G7 ha usado como excusa la reciente crisis bancaria para imponer una regulación mundial sobre el uso de activos digitales. Ya han puesto fecha: julio de 2023.
Las siete economías más potentes del planeta pretenden disponer de un marco regulatorio compartido para el próximo verano. El objetivo es implementar una legislación rígida que les permita gestionar completamente el uso de criptomonedas, de entrada, en los países que conforman el G7.
Los miembros del foro intercontinental discutirán aspectos básicos del marco regulatorio en su próxima reunión, fijada para el próximo mes en Washington. Según informan los medios, las cuestiones principales que están sobre la mesa son la transparencia de los negocios cripto y la protección de los inversores.
Los países del G7 quieren proteger, no solo a sus ciudadanos, sino a los de todo el mundo. Están tan preocupados que necesitan tomar medidas inmediatas para que no vuelva a ocurrir algo como lo de FTX. También tienen miedo de que tenga lugar una crisis bancaria por culpa de las criptomonedas.
Por supuesto, el G7 se refiere al cierre de SVB y Signature. Las teorías sobre una crisis orquestada pulula en redes, argumentando que los poderes gubernamentales y entidades centrales (principalmente estadounidenses) aprovecharían el colapso bancario para acabar con el criptoespacio tal y como lo conocemos.
Provocado o no, lo cierto es que la crisis financiera ha acelerado el proceso regulatorio, aunque desde espacios poco transparentes. En el caso de la SEC, sigue sin aportar claridad regulatoria, incluso en su batalla contra Ripple, cuyo CEO sigue abogando por una regulación precisa y coherente.
Por supuesto, el desastre de Terra también forma parte del argumento del G7. De hecho, es un buen motivo para atemorizar a los usuarios de stablecoins poco o nada familiarizados con el criptoespacio. Sí, el hundimiento de UST sigue siendo motivo de discusión, sobre todo después del depeg de USDC tras el colapso de SVB.
Cabe destacar que son casos completamente diferentes, ya que Circle había hecho los deberes. El tortazo de su stablecoin solo responde a las malas prácticas bancarias de la entidad en la que confió parte de sus fondos. Hablamos de unas prácticas propiciadas por unos tipos de interés nulos y una reforma regulatoria laxa.
Pero de eso no se hablará en la reunión del G7 (o sí). La agenda es otra: controlar la alternativa al sistema tradicional. El mainstream financiero tiembla. No podrán tumbar a Bitcoin, pero sí pueden poner todas los palos que quieran en sus ruedas. Veremos cuántos deciden poner durante la próxima reunión compartida con las autoridades financieras de las 20 economías más grandes del mundo.