El Financial Stability Board (FSB) no confía en la mayoría de edad de los minoristas que invierten en activos digitales. Tampoco se fía demasiado de los capitales institucionales que fluyen por el criptomercado.
El consejo presidido por Klaas Knot entiende que el aumento de la inversión en activos digitales refuerza el crecimiento del ecosistema cripto. La cuestión es que no cree que este crecimiento sea bueno para la economía mundial.
El FSB aboga por el control de las manos fuertes que manosean las tecnologías disruptivas. Según el consejo financiero con sede en Suiza, el excesivo interés de las grandes compañías por el sector de los activos digitales podría ser contraproducente.
Obviamente, se trata de una visión lógica viniendo de uno de los reguladores financieros más relevantes a nivel internacional. Puede que se hayan pasado un poco vaticinando una crisis económica global por culpa de la falta de regulación, pero no están del todo equivocados.
Ciertamente, el FSB tiene razón cuando menciona a los activos digitales como un peligro potencial para la economía. Para la economía tradicional, claro. La inversión a gran escala, especialmente por parte de los minoristas, supone un desafío para el mainstream financiero.
Lo estamos viendo en estos tiempos de tensiones sociales, sanitarias y geopolíticas. El Salvador es un ejemplo claro de cómo la tecnología blockchain y el dinero digital puede transformar las relaciones intra e internacionales.
Luego tenemos a Canadá y Ucrania. En el primer caso, se ha hablado del poder financiero de los canadienses que holdean criptos frente al bloqueo de las cuentas bancarias por parte de Trudeau.
En cuanto al caso de Ucrania, veremos si la aprobación de la nueva ley sobre activos digitales empodera a los ucranianos si la reminiscencia de “guerra fría” que vive afecta a la economía del país.
El consejo suizo cree que deberíamos tener miedo, que deberíamos tomar medidas para frenar la inversión en tecnologías de rápido crecimiento. Por supuesto, analizar y valorar qué usos estamos dando a las tecnologías disruptivas es una necesidad.
Invertir con cabeza también es esencial para un crecimiento saludable de un ecosistema donde prácticamente todo empieza a ser tokenizable. En este sentido, el peligro del que habla el FSB es bastante real, al menos si nos centramos en los movimientos de las manos fuertes.
No cuesta imaginar qué efecto tendría en la economía tradicional la exposición desenfrenada de dinero institucional en mercados volátiles e impredecibles como el de los criptomemes o los NFT.