El banco central japonés lleva meses anunciando su intención de emitir yenes digitales. Por fin, en abril, el Banco de Japón ha dado el visto bueno a las pruebas para que la criptomoneda centralizada nipona vea la luz.
Las autoridades financieras japonesas se adelantan así a la agenda europea (el BCE podría empezar a desarrollar un euro digital a mediados de este año), pero llega tarde para seguir la estela del banco central chino, que ya lleva tiempo trabajando en su propia divisa digital.
En lo que concierne al desarrollo de divisas digitales, la competencia entre los principales bancos centrales se presenta feroz. Por parte del Banco de Japón, la intención es tener un yen digital totalmente operativo en un año. Al menos, la fase de prueba que comenzó este pasado lunes tiene fechado su final en marzo de 2022.
Los ensayos que el Banco de Japón llevará a cabo con el yen digital incluyen la puesta en marcha de sistemas de pago, métodos de emisión y estructuras de distribución. Todas las pruebas se implementarán a lo largo de dos fases bien definidas, incrementando la complejidad de las pruebas.
En la primera fase, la entidad bancaria japonesa pretende medir la factibilidad de la divisa digital a la hora de emitir, distribuir y recuperar las unidades. Nada fuera de lo normal: el banco central japonés solo quiere digitalizar los procesos que ya gestiona de forma física.
Superada esta fase inicial, el Banco de Japón se centrará en cuestiones más complejas y específicas, como la posibilidad de limitar la cantidad de yenes digitales que pueden controlar los usuarios (especialmente las compañías y entidades financieras).
Al respecto, el director del banco central nipón, Shinichi Uchida, dijo en marzo que las pruebas se llevarán a cabo sin problemas gracias al sólido plan que respalda el proyecto. Eso sí, en su declaración no dejó claro si a la entidad le interesa crear un yen digital o, simplemente, quieren estar preparados ante una posible necesidad de tenerlo disponible.
Está claro que, en un mundo donde todo se está digitalizando, los organismos bancarios centrales no pueden ignorar la competencia que implica el uso de activos digitales a nivel mundial. Se trata de competir, no solo con otros bancos centrales, sino con los propios usuarios que prefieren manejar criptos descentralizadas.
Además, el uso del papel moneda y el dinero físico no para de caer (una tendencia marcada por el propio mainstream financiero), por lo que la digitalización de las divisas tradicionales es impepinable. No es de extrañar que ocho de cada diez bancos centrales del mundo estén dando forma a su propia divisa digital centralizada.